La penitencia de Abdul-Rauf
«No tiene precio el saber que puedo irme a dormir sabiendo que me mantuve firme en mis principios.»
«Eso es más importante que la riqueza o la fama.»
Lanzar a canasta durante horas, en interminables series con las canchas de su Gulfport natal como testigo mudo, se convirtió en el asidero del joven Chris Jackson para mantener a raya a ese síndrome de Tourette con el que convivía, y alimentar de paso su pasión incandescente por la pelota naranja. Únicamente se consideraban válidos los aciertos en los que el balón entraba sin tocar el aro, emitiendo ese susurro de la red tan característico que era música para los oídos del chico.
Su trastorno y su personalidad exigían la búsqueda de la perfección, y la técnica se depuró en consonancia a ello. Los campeonatos estatales comenzaban a acumularse en las vitrinas del Gulfport HS, con Jackson considerado ya como uno de los mejores jugadores salidos de Mississippi, y el salto a la universidad no haría sino confirmar las gigantescas expectativas: 30 puntos por partido como freshman en Lousiana State para un tipo de 1.85 metros con una íntima relación de amor con la canasta rival, cimentada sobre pilares indestructibles durante aquellas jornadas maratonianas en las pistas de Gulfport.
La NBA había tendido ya la alfombra roja al nuevo fenómeno, con los Nuggets empleando en Jackson su elección nº3 del draft de 1990. Y, pese a batallar contra una lesión en el pie durante su temporada de novato, aseguró 14.1 puntos en 22.5 minutos de promedio (67 partidos disputados, 19 de ellos en el quinteto inicial de los de Colorado). El talento del chico era evidente, y su fortaleza mental se acrecentó cuando tocó sobreponerse a furibundas críticas durante la segunda temporada entre los profesionales. La obra de Malcolm-X acabó siendo un refugio necesario, así como el interés creciente por el Islam que derivó en su conversión en 1991.

Mahmoud Abdul-Rauf había hallado la paz interior, y con ella su juego ascendió hasta un nuevo nivel: tras dos buenas temporadas, el curso 1995/96 dejaría exhibiciones anotadoras como los 51 puntos ante los Utah Jazz o los 32 en la victoria frente a los invencibles Chicago Bulls de Michael Jordan (una de las 10 derrotas con las que acabarían la temporada los de Phil Jackson). Rozando los 20 puntos por partido en cerca de 36 minutos en cancha, Rahuf toma la decisión individual de evitar el ritual reverencial al himno y a la bandera estadounidense previo a todos y cada uno de los partidos, y responde sin dudar a las preguntas de un periodista acerca de esta forma de proceder:
«La bandera es un símbolo de opresión y tiranía. Yo no critico a los que se mantienen en pie, pido que no se me critique por no hacerlo.»
El 12 de marzo de 1996 la NBA sanciona a Abdul-Rauf con un partido de empleo y suelo. El sindicato de jugadores apoya a su representado, y Mahmoud llega a un acuerdo con la liga: se mantendrá en pie y rezando con la cabeza agachada durante la ceremonia del himno. Pero las críticas arreciaban ya desde múltiples personalidades y autoridades del país, y los Nuggets acabaron traspasando a un jugador que firmó 19.2 puntos (39.2% de acierto en triples, lanzando 5.4 por partido) y 6.8 asistencias por noche.
En Sacramento sus minutos de juego irían en inexplicable descenso (28.4 en la temporada 1996/97, 17.1 en la 97/98) hasta que las ofertas de equipos NBA se desvanecieron por completo, quedando el baloncesto europeo como única alternativa para un tipo sobrado de calidad que apenas un par de años antes coqueteaba con la élite de jugadores exteriores. Turquía, Rusia, Italia y Grecia serían las paradas por el Viejo Continente, además de Arabia Saudí y Japón como destinos más exóticos. La mejor competición de baloncesto del planeta apenas ofrecería una oportunidad más a Mahmoud: 41 partidos (pírricos 11.9 minutos de promedio) con los desheredados Vancouver Grizzlies, un año antes de la mudanza a Memphis.
«Mis convicciones son más importantes que cualquier otra cosa. Si tengo que renunciar al baloncesto, lo haré.»
Un diabólico anotador, indetectable para la defensa rival y repleto de geniales recursos, que afrontó la penitencia a la que le avocó la incomprensión masiva frente a su sinceridad. Y esa incomprensión arruinó su carrera y nos privó a todos de disfrutar presenciando la cima de un jugador especial.
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