¿Qué esconde la renovación de Draymond Green?
Los Warriors, con la plantilla prácticamente cerrada de cara al nuevo curso, han logrado resolver su principal problema de cara al verano de 2020 con un año de antelación.
Once meses antes de que se convirtiera en uno de los principales puntos de atención de una agencia libre carente de atractivo, Draymond Green ha tachado su nombre de la lista renovando con la franquicia de San Francisco por cuatro años y 99.6 millones de dólares.
Una extensión máxima un poco engañosa, debido a la situación actual del jugador y el momento en el que se ha realizado. El nuevo acuerdo con Green comenzará a hacerse efectivo en la temporada 2020-21, ya que el ala-pívot todavía le resta un curso de su actual contrato a razón de 18 millones de dólares. Así, el incremento del 20% reflejado en el convenio se efectuará sobre dicho último año, imposibilitando cotas mayores.
Draymond podría haber esperado hasta el próximo periodo estival para optar a un contrato aún más suculento que podría rondar entre los 201 millones de dólares y los 235 millones –en cinco años- de lograr el premio al Jugador Defensivo o incluir su nombre en el Mejor Quinteto de la temporada. Una diferencia de más de cien millones de dólares que ha descartado por la vía rápida, aliviando, por consiguiente, la estabilidad financiera de los Warriors. Pero, ¿por qué?
La visión de Draymond Green
Si bien pueden existir diversos motivos ocultos que hayan facilitado esta operación, el principal factor por parte del jugador ha sido la estabilidad, seguridad y mitigación de riesgos.
Green podía optar a un ‘super-máximo’ de 235 millones de dólares el verano de 2020. Sin embargo, la gran riqueza de piezas disponibles en la presente agencia libre ha dejado sin apenas margen salarial a los principales equipos de ambas conferencias de cara al próximo mercado, lo que significa que las franquicias con capacidad para asumir dicho contrato no presentan –al menos a corto plazo- un proyecto deportivo atractivo, una premisa fundamental para el de Michigan.
Del mismo modo, no existe garantía de que estas franquicias con solvencia financiera –algunas en reconstrucción o con vistas a comenzar a emerger, como es el caso de Knicks, Hawks, Pelicans o Grizzlies- fueran a invertir tanta masa salarial en un jugador que acometería su último año de contrato con 35 años.
Así, y tras dos campañas en el que su rendimiento ha sido puesto en duda –ya sea condicionado por la presencia de Kevin Durant, redirigiendo su rango de acción hacia otros menesteres, o por los problemas internos que parecen haber sido ocultados-, el ala-pívot ha optado por vía de la continuidad de una franquicia que es la única que conoce desde que aterrizó en la NBA, al lado de unos compañeros con los que ha demostrado tener una buena química y de la mano de una afición que lo tiene en alta estima.
En el otro extremo de la balanza, otras cuestiones que podemos plantear y que, quizá, podemos pasar por alto en primera instancia. ¿Qué ocurriría si Green sufre una lesión de gravedad o su rendimiento desciende? ¿Se traduciría en un descenso de su valor de mercado, repercutiendo en un acuerdo incluso menor? ¿Y si los Warriors, en plena temporada convulsa tras la salida de Durant y con la lesión de Thompson, firman un mal bagaje y lo usan como moneda de cambio con el miedo latente de perderlo por nada?
El tiempo es un elemento extremadamente importante en la confección de un equipo y los Warriors se presentan como la mejor –y posiblemente la única- posibilidad de Green de seguir formando parte de una organización competitiva con la que seguir optando a todo. Y que, además, tiene a sus mejores jugadores bajo contrato de larga duración, con Curry y Klay con tres y cinco años, respectivamente, en vigor por delante.
Todavía no sabemos qué deparará la temporada 2019-20 en la Bahía, pero su futuro a largo plazo está mucho más seguro después de asegurarla continuidad de los tres principales pilares del equipo.