Tras los pasos de John Stockton y Karl Malone
El pasado verano, Dennis Lindsey tuvo una difícil papeleta entre manos aunque apostó por mantener el mismo bloque en la plantilla. Razones había, y muchas, y todas le convencían de sobre manera. Los chicos merecían una nueva oportunidad.
El alto cargo confiaba ciegamente en ese equipo después de que, inesperadamente, alcanzaran las Semifinales de Conferencia tras lograr 48 triunfos en regular season liderados por Donovan Mitchell, el explosivo y descarado rookie que había sorprendido a propios y extraños.
Sabía que el dominio de Golden State aún no había terminado y que los Rockets, el gran aspirante al trono, estaban por encima del resto de plantillas del Oeste. Sabía también que la nómina de agentes libres de 2019 iba a ser extensa y repleta de talento, por lo que convino, junto a Justin Zanik y David Morway, esperar hasta entonces con el fin de hacerse con una porción del pastel.
Lo más importante era, de momento, conocer con precisión en qué lugar se encontraban, sus fortalezas y debilidades, y esclarecer qué era exactamente lo que necesitaban para mejorar y optar a equipararse con la élite de la liga.
A medida que avanza la agencia libre, los movimientos realizados por la franquicia han demostrado que acertaron con su filosofía basada en la paciencia y la gestión ‘a fuego lento’ –habitual, por otro lado, durante el último lustro- y los Jazz tienen todas las papeletas para superar las cotas de anteriores años. En pocas palabras, aún con apenas una semana del mercado consumida, en las oficinas de Salt Lake City han sabido reforzar cada necesidad de la plantilla y mejorar las ya existentes.
La necesidad de un cambio de piezas en la dirección del equipo se transformó en realidad con el traspaso de Mike Conley, el cual, por otro lado, puso a la estancia de Ricky Rubio –ahora en Phoenix- en Utah. Por otro lado, el gran talón de Aquiles en los últimos años, la versatilidad y alternativas ofensivas, puede haber sido resuelta con la adquisición de Bojan Bogdanovic. Y para suplir la salida de Derrick Favors –por quien han logrado un par de futuras rondas del Draft- los Jazz emplearon su mid-level exception– para firmar a Ed Davis, un jugador más que aprovechable y correcto dentro de la filosofía del equipo.
No contentos con ello, Lindsey y compañía han dado un nuevo golpe de efectos con dos incorporaciones más llamadas a reforzar la segundad unidad, otra de las grandes carencias existentes. En una sola noche, los Jazz recibieron a Jeff Green y Emmanuel Mudiay, ambos titulares en Cleveland y New York, respectivamente, y que pueden ayudar a engrosar el arca de puntos.
Los Jazz presentan un roster repleto de talento y alternativas y todavía cabe la posibilidad de que se realice algún otro movimiento más a lo largo del verano. El núcleo principal del equipo asegurará un gran número de victorias y los veteranos firmados pueden sumar ese plus necesario en post-temporada. Ahora, es fundamental el focalizar todos los esfuerzos en convertir las gestiones realizadas en resultados sobre las canchas de baloncesto.
Con el fichaje de Green, los Jazz han solventado, al menos sobre el papel, su tercer gran objetivo: compensar la salida de Jae Crowder. La versatilidad del de Villa Rica en ambos lados de la cancha había sido fundamental a lo largo del curso. Duro en defensa, capaz de jugar en diversas posiciones y de abrir la cancha con su lanzamiento de tres puntos. En prácticamente todos los apartados estadísticos, los Jazz siempre fueron mejores con Crowder como ‘4’ acompañando a Gobert en el juego interior.
Green, la incipiente esperanza de los Jazz, puede rellenar ese vacío y convertirse en una especie de ‘Factor X’: eficaz desde el triple -35% de acierto con los Wizards-, menos intenso y físico que Crowder, pero más versátil, buen pasador y con gran lectura en el pick&roll, aspectos fundamentales dentro del esquema de Quin Snyder.
Además, otorga un amplio abanico de configuraciones sobre el parqué, que van desde usar a Jeff Green en el quinteto inicial y permitirse el lujo de desplazar a Joe Ingles como sexto hombre, alternándolo con Bogdanovic u O’Neale, o asentándolo como uno de los principales pilares de la segunda unidad, descargando de minutos a los propios Bogdanovic e Ingles y aportando puntos y rendimiento.
Por otro lado, los Jazz esperan recuperar la mejor versión de aquel Mudiay que aterrizó en la NBA en 2015 con la vitola de estrella emergente. Alto y vertical, Snyder puede aprovecharlo tanto de base como de escolta, erigiéndose como otro de los líderes de la rotación. El pasado curso fue titular durante gran parte del mismo con los Knicks, promediando unos 14.8 puntos por partido que, aún reduciéndose, le vendrían de perlas a las siempre limitadas arcas mormonas.
Su gran ‘pero’, la defensa, todavía está a tiempo de ser corregido –apenas tiene 23 años-, por lo que el riesgo tomado con su contratación –apenas un año y 1.7 millones de dólares- es asumible, más teniendo en cuenta el gran potencial del base, principalmente desde la creación, el uno contra uno y la anotación.
Como mencionaba antes, este roster todavía no está completo. Según varias fuentes, se espera que Tony Bradley se establezca como el tercer ‘5’ de la plantilla y que los esfuerzos vayan directamente en reforzar las alas del equipo, con la vista puesta en las selecciones de segunda ronda realizadas, entre las que destaca Miye Oni, un proyecto de Draymond Green elegido MVP de la Ivy League.
De momento, las firmas de Green y Mudiay aseguran una mayor complejidad en el sistema de los Jazz, quienes han conformado un equipo en el que se entremezclan la veteranía de jugadores con claras ambiciones de victoria (Conley, Bogdanovic, Ingles, Davis y Green), la juventud por pulir (Exum, Mudiay y O’Neale) y la presencia de una estrella que aún no ha alcanzado su techo en la liga (Mitchell).
Una cosa está muy clara: sobre el papel, esta plantilla puede ser la mejor que han tenido en Utah desde aquella liderada por John Stockton y Karl Malone a la que tan solo Michael Jordan y sus legendarios Bulls privó del campeonato durante dos años consecutivos -1997 y 1998-.
Un equipo por el que los aficionados de los Jazz han estado clamando y suspirando durante dos largas décadas.