Amaya Valdemoro: ¿Qué hubiera pasado en otro equipo WNBA?
Desde muy joven, el deporte ha estado presente en su vida. Aunque no fue el baloncesto a lo que empleó de forma total su tiempo cuando estaba más cerca de haber aprendido a andar que de poder conducir legalmente. Amaya practicó varios años el atletismo. De hecho, su sueño era ser campeona de los 1.500 metros. Un periodo en donde la pelota naranja estaba presente, pero de manera secundaria. Hasta que cada vez se centró más en ella.
No tardó en destacar, ganándose un puesto entre profesionales desde muy joven. En 1992 debutó en la primera división con solamente 15 años, mostrando una gran habilidad con el balón. La suficiente como para ir en el año siguiente con la Selección Española después de haber ganado la Euroliga con el Dorna Godella. Siendo una de las primeras niñas prodigio del baloncesto nacional de su país. Un mote que se le suele atribuir mucho a Ricky Rubio, pero no debemos olvidar que Valdemoro lo hizo muchos años antes.
Aunque ya jugara con profesionales, su edad le permitió participar en 1993 con la Selección que consiguió la medalla de plata en el Europeo de categoría cadetes, y en 1994 otra medalla de plata, en este caso, en el mismo torneo pero juvenil. Una camiseta con la que ganaría posteriormente una gran cantidad de torneos en sus 258 partidos con ella puesta. Se podría decir que su equipo principal ha sido la Selección más que cualquier club europeo o franquicia estadounidense.
Un amplio palmares que se fue acompañando con ligas y Copas de las Reina hasta que llegará un momento muy importante en su carrera: Dar el salto al otro lado del charco. Tuvo una etapa en Salamanca Halcón Viajes, que ahora es Perfumerías Avenida, pero donde sumó varios títulos fue en Pool Getafe.
El draft de la WNBA llamó a su puerta en 1998 y tuvo la suerte, o mala suerte depende como se vea, de caer en una franquicia candidata al campeonato. Un escenario que la obligaba a tener que dar todo de si por conseguir un hueco en la rotación. Aunque fuera mínimo. Olvidando la oportunidad de ser titular y ganarse un nombre en la liga. Quizá en otro equipo hubiera sido una carrera más larga en Estados Unidos, pero la experiencia fue muy especial. No solo vamos a quedarnos con el lado malo. Aún lejos de conseguir un papel protagonista, pudo vivir de cerca como trabajaba uno de los mejores proyectos de la WNBA. Y no de ese momento, sino de la historia de la liga.
Su media de minutos quedó en 5.9 por partido, habiendo sido progresivo desde su llegada hasta la tercera temporada. Y aunque no sea lo más fiable sino una estimación, ampliando a 36 minutos quedaría en buenos números. Solo es una aproximación lejana, pero si hubiera fallado todos los tiros cuando estuvo en pista no serían buenos tampoco. Quedaría en 14.1 puntos, 4.9 rebotes, 3.2 asistencias y 2.6 robos, siendo una buena línea estadística. Es probable que cayendo en una franquicia que fuera de las peores de la liga, su participación hubiera sido muchísimo mayor. Una verdadera oportunidad de demostrar su valía y no quedar para rellenar minutos en la rotación. Quizá así estas estadísticas pudieran ser reales y no tener que jugar a mirar la bola de cristal.
¿Qué hubiera pasado si en lugar de las Houston Comets con el pick 30 hubiera caído unos puestos más arriba o abajo? Solamente cayendo una elección más atrás, en lugar de Tricia Bader, hubiera tenido casi 10 minutos de media en su año rookie. Una cifra que jamás alcanzó en Houston. ¿Hubiera conseguido Amaya ganarse un puesto en las Utah Starzz a diferencia de lo que hizo Tricia? Los minutos de Bader fueron disminuyendo con el paso de las temporadas, mientras que los de Valdemoro aumentaban… Por lo que es fácil pensar que en Utah podría haber conseguido hacerse con el boleto en primera clase para hacer carrera en la WNBA. ¿Sin anillos? Puede ser, pero quizá teniendo la oportunidad de hacerse líder de un vestuario. Su personalidad tan competitiva invita a pensar en ello.
No terminó su etapa en los Estados Unidos siendo una gran destacada a nivel individual, pero si con tres anillos en su mano. Una etapa corta pero fugaz que la convierte en la baloncestista española que más campeonatos haya conseguido jugando en la mejor liga del mundo. Aunque luego regresaría a España para continuar con su carrera.
A pocos meses del regreso de Houston firmó uno de sus partidos históricos. Sus 46 puntos y 60 de valoración al regresar a Salamanca fueron una muestra de que podría haber hecho grandes cosas en la WNBA teniendo una oportunidad en otra plantilla. Un ‘what if’ que ha pasado desapercibido durante el paso de los años, pero que siempre retumbará en la mente de los seguidores que piensan que Amaya hubiera tenido un gran impacto cayendo en un proyecto con más posibilidades de tener un papel importante.
La siguiente temporada hizo 49 puntos y 58 de valoración en las semifinales de liga, volviendo a hacer otro partido para el recuerdo y darnos más motivos de pensar en lo que hubiera ocurrido si en lugar de en las Comets hubiera estado en otra franquicia. Es cierto que no tendría los tres anillos consecutivos, pero quizá si una carrera larga en los Estados Unidos luchando por ganarlos siendo de las primeras espadas, o incluso la líder de un proyecto. Es una historia que ahora queda de ficción, pero que solamente con otro destino después del Draft 1998 podría haber sido real.
Por suerte, podemos quedarnos con una trayectoria legendaria. Una vez retirada, es imposible pensar en las mejores jugadoras de España y que su nombre no salga en la conversación. Algo que deja claro que las cosas las ha hecho muy bien. Aún así, siempre es bonito imaginarla llevando a una franquicia de la WNBA lejos en los playoffs como principal cara de la plantilla. Un ‘¿qué hubiera pasado si…?’ más para la colección junto a si Derrick Rose no se hubiera lesionado o si Breanna Stewart hubiera jugado la temporada 2019.
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