El sueño imposible de los Knicks
En Nueva York estaban soñando con alguien más cuando enviaron a Kristaps Porzingis a los Mavericks a finales del pasado mes de enero.
El letón, descontento con la directiva neoyorquina, solicitó a la franquicia el traspaso y esta respondió afirmativamente a la solicitud pero con una única condición: quería espacio salarial de sobra a cambio de su mejor jugador.
Ocho meses después y con el verano a punto de extinguirse, Kevin Durant y Kyrie Irving se han esfumado, a pesar de todo ese margen salarial creado para ellos. Y lo que es peor, lo han hecho para firmar por los vecinos Nets.
Sin las dos estrellas anheladas en nómina, ese espacio salarial ha sido utilizado en una pequeña nómina de jugadores de nivel medio que, pese a completar la plantilla, no elevan el nivel de la misma a las cotas esperadas. Una situación que se ha convertido en un ciclo eterno para los Knicks. Un despertar similar cada agencia libre, equivalente al vivido por Bill Murray en la película El Día de la Marmota.
El modus operandi es el mismo cada verano. Una superestrella que despierta su interés –y el de gran parte de la NBA-. Entonces deciden librarse, con anticipación, de contratos sustanciales, convencidos de que la decisión del jugador apuntará directamente a La Gran Manzana. Muy lejos de la realidad. El tan ansiado tesoro termina firmando en otro destino y los Knicks inician, una vez más, a recolecta de jugadores en un intento desesperado por llenar el vacío.
La anáfora de este ciclo sin fin se ha repetido también en 2019. Muchos de los jugadores firmados durante los últimos dos meses no formarán parte del plan principal de la organización. Si es que existe alguno. Los Julius Randle, Marcus Morris, Bobby Portis, Elfrid Payton, Wayne Ellington, Reggie Bullock y compañía se presentan como un parche temporal más que como una necesidad real. Los Knicks, una vez más, todavía sueñan con alguien más.
Pero, ¿cómo han llegado los neoyorquinos al punto de partida de nuevo? Recapitulemos.
Durante el pasado curso, los rumores que sugerían que Kevin Durant y Kyrie Irving unirían fuerzas en los Knicks eran fervientes. Mucho. Después de la operación con Dallas por Porzingis, la franquicia se encontró con que afrontaría la agencia libre con más de 70 millones de dólares disponibles, suficiente para firmar dos contratos máximos. Y, así, la euforia se instaló en las oficinas:”Vamos a tener una temporada baja muy exitosa en cuanto a agentes libres”, declararía el propietario James Dolan en marzo.
Estas palabras serían ratificadas poco después por la oficina principal. “Hemos creado una tremenda flexibilidad financiero, lo que nos ha situado en una posición inmejorable para contratar a dos agentes libres por el máximo”, se pudo leer en una carta escrita por el General Manager Scott Perry y el Presidente Steve Mills.
La segunda parte del plan situó su cerco alrededor del Draft. Los Knicks terminaron la temporada 2018-19 con el peor récord de toda la NBA (17-65), otorgándoles un puesto privilegiado de cara al lottery. Un primer pick que tenía desde hacía tiempo nombre y apellidos: Zion Williamson. El jugador que mayor repercusión creaba antes de pisar las canchas de la liga desde LeBron James. Y lo tenían a tiro de piedra. El sueño, sin embargo, se terminaría rompiendo aquel 14 de mayo. El primer puesto fue a parar a manos de los Pelicans y los neoyorquinos tuvieron que ‘conformarse’ con un tercer pick que sería usado para reclutar a R.J. Barrett, compañero del tan ansiado Zion en Duke.
Así, los Knicks afrontarán el nuevo curso 2019-20 con una plantilla muy diferente a la de los sueños escritos previamente. De candidatos a todo, a una nueva temporada vagando en tierra de nadie. El plan de Nueva York vuelve a quedar en entredicho. Lo más seguro es que, todavía, sigan soñando con alguien más.