DeMarcus Cousins y el colectivo ‘What if’
No ha sido necesario que diera comienzo la temporada para que uno de los principales nombres de la liga haya sido presa de las tan temidas lesiones.
Este jueves, Adrian Wojnarowski daba a conocer la noticia a través de su perfil personal de Twitter: DeMarcus Cousins sufre un desgarro en el ligamento cruzado anterior de su rodilla izquierda, fruto de un choque con otro jugador durante un entrenamiento celebrado en Las Vegas. Poco después, Shams Charania confirmaba el devastador informe: el pívot tiene gravemente dañada su rodilla y su participación en el nuevo curso peligra.
Por el momento, no hay ningún información concreta sobre cuántos meses estará Cousins, quien firmó este verano un acuerdo por un año con los Lakers, alejado de las canchas. Sin embargo, el historial reciente revela que aquellos jugadores que han sufrido una lesión similar han tenido que afrontar una larga recuperación antes de volver a las canchas. Desde los ‘tan solo’ ocho meses que necesitó J.J. Hickson en 2014 hasta las sendas temporadas saldadas en blanco para Derrick Rose, Danilo Gallinari –veinte meses en total al retrasar el paso por el quirófano-, Brandon Knight o Kristaps Porzingis, pasando por los once y doce meses de rehabilitación en los casos de Zach LaVine, Jabari Parker y Rajon Rondo.
En resumen, la gran mayoría de los jugadores de la presente década que se sometieron a una cirugía de forma inmediata estuvieron alejados de las canchas de la NBA entre ocho y 14 meses. Un diagnóstico que se vuelve aún más desesperanzador teniendo en cuenta que Cousins ha sufrido tres lesiones de gravedad en apenas 19 meses: desgarro del tendón de Aquiles, desgarro del cuádriceps y desgarro del ligamento cruzado.
Su temporada en Golden State Warriors dejó algunas luces, pero muchas más sombras: a Cousins le era imposible ser Cousins. Aquella máquina imparable capaz de dominar la zona, romper a su par con un crossover más propio de un exterior, anotar desde el perímetro, hincharse a rebotes y sacar de quicio al mejor defensor había desaparecido. Apenas podía saltar. No era él.
La búsqueda de su propia identidad le llevó a firmar un segundo acuerdo anual, esta vez en Los Ángeles. Su objetivo estaba claro: volver a demostrar que podía exhibir destellos de su antiguo nivel y, en el ámbito colectivo, luchar por el campeonato.
“Quiero una temporada completa sin problemas de lesiones. Todo lo que he vivido en estos tres últimos años me han ayudado a darme cuenta de lo rápido que te puedes quitar todo. Valoro todo mucho más. Estoy agradecido por cada oportunidad. Aprendí de la manera más difícil”, declararía ante los medios de comunicación nada más hacerse oficial su firma por los Lakers.
Sin embargo, el destino más amargo ha vuelto a cruzarse en su camino en forma de lesión. Una nueva lección, más difícil y dolorosa todavía. De estar apenas a unos palmos de alcanzar la cima de la NBA junto a Anthony Davis en Nueva Orleans a caer en lo más profundo del pozo.
Ojalá nos equivoquemos pero es muy probable que el mejor DeMarcus Cousins, a sus 29 años recién cumplidos, se haya ido siempre. Aquel que, hace apenas dos años, disputaba su cuarto All-Star Game consecutivo. Quizá siquiera su ‘versión reducida’ que sumó 16 puntos y ocho rebotes con los Warriors, ya lastrado por los vestigios de la rotura del Aquiles.
Una nueva montaña se eleva ante DeMarcus Cousins. La misma que venció a otros grandes ‘what if’ de la NBA, no hace mucho, como Greg Oden, Brandon Roy o Derrick Rose. Todos ellos llegaron a sentarse –o aspiraron a ello- en el trono de la NBA. Ahora, solo el tiempo nos esclarecerá qué nivel de ‘Boogie’ podremos ver en los próximos años.