La última bala de Pat Riley
Pat Riley aterrizó en Miami en septiembre de 1995 cargado de sueños y una clara premisa: instaurar una nueva filosofía que sirviera para asentar las bases de una dinastía en el mundo del baloncesto. Ya lo había logrado una década atrás, con Los Ángeles Lakers de Magic Johnson, Kareem Abdul-Jabbar y James Worthy, pero su férrea ambición, ahora en la otra costa del país, se mantenía intacta.
La doctrina que había decidido implementar había sido parida, desarrollada y perfeccionada de la mano del ‘Showtime’. Era sinónimo de creatividad y talento desmedido. Pero también de dureza, intensidad, fortaleza física, defensa inexpugnable y actitud ganadora.
Esta semana, Riley ha vuelto a transferir estos principios inamovibles para él a la estructura más intrínseca de la franquicia. En un nuevo alarde de ingenio y hambre voraz por abrazar el éxito, el presidente de los Heat lanzó todas sus cartas sobre la mesa al protagonizar un traspaso a través del cual Jimmy Butler aterriza en South Beach. Un movimiento que vuelve a poner a los Heat en el panorama nacional tras un lustro alejado de los focos. Desde el mismo momento en el que LeBron James se despidió del equipo rumbo a su querida Ohio.
A excepción de un Dwyane Wade en el ocaso de su carrera y de la mejor versión de Goran Dragic en 2018, en Miami han carecido de ese jugador determinante que marque el rumbo de una franquicia. Una situación que puede reconvertirse por completo con la llegada de Jimmy Butler, un cuatro veces All-Star que, muy probablemente, sea actualmente uno de los mejores diez o quince jugadores de toda la NBA. Se une, así, a una estirpe de estrellas –Tim Hardaway, Alonzo Mourning, Chris Bosh, Shaquille O’Neal y LeBron James- que recalaron en la franquicia para protagonizar una transformación en el destino más próximo de la misma.
A sus 74 años, Riley sabe que su tiempo en los Heat se está acabando y quiere asegurar su legado con un último gran show. Conoce a la perfección lo efímero y finito del tiempo y anhela situarse en una posición adecuada para poder ganar un nuevo campeonato. Así, el presidente no dudó ni un segundo en modificar su discurso inicial –“no moveré ni una pieza del núcleo joven del equipo”- con el fin de aprovechar la oportunidad de poder adquirir a Butler.
Para ello, tanto Andy Elisburg, General Manager, como él han tenido que deshacerse de Josh Richardson, mientras que, por otro lado, han enviado a Portland a Hassan Whiteside a cambio de Meyers Leonard y Mo Harkless –este último con los Clippers como destino final-.
Con Butler aceptando un contrato por cuatro años y 142 millones, los Heat se aseguran una pieza sólida y estelar sobre la que construir un nuevo imperio. A sus 29 años, el guard-forward se encuentra en el apogeo de su carrera y con un par de temporadas más por delante a su máximo nivel. Lo mismo, quizá, no pueda decirse necesariamente de un Riley que, por fin, ha conseguido esa estrella que ya se le había resistido en los últimos años bajo los nombres de Gordon Hayward y Kevin Durant.
Estos fracasos durante la agencia libre lo llevaron a apostar por el que ha sido, hasta hace apenas unos días, el roster de los Heat, cerrando acuerdos a largo plazo con James Johnson, Dion Waiters o los propios Dragic y Whiteside.
Sin sus dos caramelos favoritos, Riley no pudo definir a su jugador franquicia, optando por una campaña de transición en la que repartió los galones entre los jóvenes del equipo. Con Wade en plena gira de jubilación y con Dragic en la enfermería, no había otra opción.
Ahora, los Heat tienen a su “ballena”, término que el propio Riley utilizó una vez para definir a los grandes objetivos de la agencia libre. Si Butler rechazó una oferta de renovación de los 76ers por un montante cercano a los 40 millones de dólares por temporada, eso significa que han firmado un jugador que cumple los requisitos iniciales. Una estrella que quiere defender la camiseta de los Heat con los valores que tanto vanagloria Pat. Y el propio Butler reclamará el papel de actor principal que tuvo en Chicago cuando fue más productivo y que, posteriormente, se le ha negado en Minnesota y Philadelphia.
La adquisición del oriundo de Houston también permitirá a la organización realizar una transición más suave y tranquila hacia la ‘Era Post-Wade’. El escolta ha sido la cara visible de la franquicia durante 16 años, en los cuales la franquicia ha conquistado los tres anillos de su historia. Y, curiosamente, ambos jugadores se formaron en la Universidad de Marquette, compartiendo un vínculo inicial común.
Ahora, Riley está listo para devolver la cultura y espíritu ganador que le permitió a los Heat dominar los primeros años de la década y conquistar aquel primer campeonato en 2006. La decisión, a posteriori, fue muy fácil ambas partes, conformando una simbiosis perfecta dentro del organismo que comenzarán a construir a partir de ahora. La última bala con la que Pat Riley intentará sumar un nuevo éxito con el que engrosar su ya más que dilatado palmarés en esto del baloncesto.