Ricky Rubio y los Phoenix Suns, un matrimonio necesario
Este viernes se cumplirán exactamente siete años del traspaso de Steve Nash a Los Ángeles Lakers, franquicia en la que pondría punto y final a su carrera a consecuencia de unos terribles dolores de espalda. Desde entonces, los Suns no han logrado abrazar la estabilidad y los proyectos fallidos comienzan a acumularse de forma dramática.
La huella dejada por el canadiense, sin duda uno de los mejores bases de la historia y, posiblemente, el mejor durante la primera década del siglo, sigue latente y un carrusel casi interminable de jugadores ha pasado por la franquicia, normalmente con más sombras que luces. Las muy controvertidas y cuestionables decisiones tomadas por la gerencia durante el último lustro, por otro lado, no han facilitado de forma alguna el establecimiento y cimentación de ningún proyecto de garantías.
Desde jugadores muy sólidos que se han codeado con la élite como Goran Dragic y Eric Bledsoe, a otros que no han tenido la suerte suficiente, como es el caso de Elfrid Payton y Tyler Ulis, amén de otros parches temporales que, en los últimos dos años, han formado pareja de baile con Devin Booker, sobre quien se han depositado todas las esperanzas y la condición de jugador franquicia.
La adición de Ricky Rubio, quien ha firmado un contrato de tres temporadas y 51 millones de dólares, puede terminar por despejar la incógnita y garantizar una estabilidad y una solidez más que necesaria en el cálido desierto de Arizona. El internacional español aporta claridad, eficiencia y, por encima de todo, rigor, sensatez y organización. Una recopilación de todas las cualidades que, actualmente, se precisan en la franquicia.
Ricky, a sus 28 años –cumplirá 29 en octubre-, ha promediado 11.1 puntos y 7.7 asistencias a lo largo de una carrera de ocho temporadas divididas en sendas estancias en las frías Minnesota y Utah. Nada más confirmarse la llegada de Mike Conley, el jugador español comprendió que su etapa en los Jazz había llegado a su fin. Por su parte, la imposibilidad de los Suns de lograr a D’Angelo Russell, su gran anhelo de cara a la agencia libre, cruzó los caminos de ambos en un matrimonio que se vislumbra necesario.
Si bien la idea inicial era aspirar a cerrar un acuerdo “con un equipo con aspiraciones de Playoffs”, la firma de Malcolm Brogdon por los Pacers -franquicia que más interés había mostrado en él- ha obligado al español a aceptar ‘un plan B‘ en una de las ciudades más calurosas del país. Dos temporadas de madurez en los Jazz, donde ha podido catar el sabor de los Playoffs, que darán paso a una nueva experiencia muy similar a la de su último año en Minnesota, rodeado de una columna vertebral imberbe.
El base aterriza en Phoenix para complementar a Booker y aportar la veteranía en un equipo rebosante de talento y juventud, pero carente de templanza y experiencia. Además, la incorporación de Dario Saric y la presencia de joyas por pulir como DeAndre Ayton, Josh Jackson y Mikal Bridges proporciona una base sólida para recuperar a un equipo que presenta el peor récord de toda la liga en la sumatoria de las últimas cuatro campañas.
Tras unas temporadas de decisiones más que controvertidas, la gerencia parece haber comenzado a trabajar con cabeza y cierto sentido lógico y estructural. El General Manager, James Jones, ha cumplido su objetivo de completar el roster con veteranos y la incorporación de Aron Baynes desde Boston aportará un plus en defensa y liderazgo.
Si bien Dragic y Bledsoe rozaron las seis asistencias por temporada durante su estadía en Arizona, ambos jugadores respondían a un perfil más ejecutor y anotador que el de Ricky, cuyo molde bebe directamente del manantial deportivo de Steve Nash. El canadiense, sin ser para nada incapaz de acometer el aro, elevaba la asistencia por encima del lanzamiento gracias a una sensacional capacidad, sustentada en su maravillosa creatividad, para encontrar al compañero.
Booker fue el encargado de liderar a los Suns este curso con 6.8 pases de canastas por encuentro. Una estadística, por otro lado, engañosa en cuanto a la capacidad organizativa del escolta.
Siendo la única amenaza real del equipo en pista, las constantes dobles –y triples- marcas le obligaban a diversificar el juego, inflando, así, dicho apartado estadístico. Una responsabilidad alejada de sus capacidades que, para más inri, tampoco se tradujo en victorias.
La presencia de Rubio ayudará a abrir la cancha y liberará de carga ofensiva a Booker, quien podrá dedicarse a laboras de anotación y ceder gran parte de su responsabilidad en la creación y dirección al español. Además, abrirá una nueva vía en la ofensiva mediante el pick&roll con DeAndre Ayton, quien puede hinchar su saco de puntos con las constantes recepciones procedentes de Ricky.
Este problema previo fue latente ya desde inicios del pasado año. Los Suns comenzaron el curso con Isaiah Canaan como base titular, puesto que también recayó sobre los rookies Elie Okobo y De’Anthony Melton y sobre Tyler Johnson, quien recaló en Phoenix a mediados de campaña, y Jamal Crawford. Obviamente, ninguno fue la respuesta a la compleja ecuación autoimpuesta.
Aún queda mucho trabajo por delante para los Suns, pero la incorporación de Ricky Rubio supone un paso adelante. 87 victorias en las últimas cuatro temporadas, así como nueve temporadas sin pisar los Playoffs, es una losa demasiado pesada para una franquicia que bien pudo dominar la NBA hace 15 años y que ha ido diluyéndose con el paso de los años.