La leyenda de Stephen Curry
Así acabó Stephen Curry tras la batalla del quinto partido contra Rockets. Había vuelto a encontrarse, su muñeca lideraba a unos Warriors que perderían a Kevin Durant en el camino. El que cargara a los campeones últimamente sobre su espalda no estaba, el que siempre lo hizo tenía que volver a aparecer. Las leyendas siempre lo consiguen. Tras los PlayOff más mediocres que se le recuerdan al base, fue capaz de vivir entonado cuando los suyos más necesitaban de su presencia.
Porque si nos centramos en la estadística simple (y llanamente), su postemporada hasta este punto no ha sido especialmente mala. Solo en uno de los seis partidos de la primera ronda, contra LA Clippers, no alcanzó los 20 puntos: en el cuarto se quedó en 12. Esta eliminatoria estuvo protagonizada casi en exclusiva por su compañero Durant. Contra Rockets, más de lo mismo. 24 puntos por noche, dos partidos sobrepasando los 30 puntos y en otros dos no llegó a los 20. Pero los números suelen no contar toda la verdad ni explican por sí solos el contexto en el que han vivido.
Las sensaciones en cancha de Curry han sido preocupantes durante muchos encuentros, tanto que muchos no confiaban en que Klay y él fueran capaces de eliminar a Houston tras la lesión de KD. ¿Por qué? También podemos ayudarnos de la estadística para explicarlo. Cierto es que la anotación de Curry no ha caído sobremanera para lo que tiene acostumbrado. Sin embargo, los porcentajes de acierto para llegar a ella sí: son absolutamente mediocres. Volvió a sorprender (si algo en él lo hace a estas alturas) anotando más del 43% de sus triples en temporada regular; sí que sorprendió en los partidos contra Rockets: acumuló un paupérrimo 27%. Necesitó 68 intentos para anotar 19 veces desde la distancia. Que se quite las lentillas, pensará alguno.
No sería justo dejar fuera de la ecuación algo que debería protagonizarla.
La imagen es suficientemente descriptiva. Así quedó el dedo corazón de Stephen Curry tras intentar hacerse con la bola en el segundo partido de las semifinales contra los de D’Antoni. Regresó a los pocos minutos del vestuario con el dedo encintado a su anexo y no se volvió a hablar de ello. Hasta que sus malos minutos comenzaron a llegar. Tras largas series de fallos en el triple, pero también en numerosas penetraciones, se le preguntó si era su dedo el causante de aquello. “No es excusa”, respuesta clara aunque quizás no tan sincera. Y seguramente no era el único problema del de Akron. Pero, hay que destacar que contra Clippers su acierto fue notable: anotó la mitad de lo que lanzó desde la línea de 3.
A su dolor en el dedo se unió su estado psicológico. Seguramente, el dolor y la merma que supuso esto en sus aptitudes acrecentó el segundo problema. Y en la cancha este era cristalino. Su gestualidad no era la común en un personaje de la confianza de Stephen ni se divertía con sus dinámicas cercanas a la locura en las que acostumbra a vivir. En muchos momentos era un jugador apagado; sin dejar de intentarlo, por supuesto. Porque, tal como dijo Javier Bógalo, Curry “transmite algo que es análogo a todos los grandes jugadores: la sensación de que, sin importar cuantas veces falle, el renacer está más cerca. Porque al mar no se le pueden poner diques”. No hay mejor forma de explicar a alguien capaz de anotar 33 puntos en la segunda parte después de no haber anotado una sola canasta en la primera. Su sexto partido en Houston es ya parte destacada de la historia del baloncesto.
La gravedad de Stephen
No hay jugador en la NBA que preocupe tanto a las estructuras defensivas; genera pavor. Su capacidad de anotar desde cualquier lugar, desde que traspasa el medio campo, y su velocidad para cargar los lanzamientos le convierten en alguien (casi siempre) indefendible. Ya en primera ronda vimos a Clippers defenderle desde antes de la media cancha de ataque. Esto no es algo común en la liga, las defensas empiezan una vez superada la línea divisoria. ¿La idea? Denegarle los triples de 9 metros y disminuir el tiempo para pensar libremente.
Esto supone libertad para sus compañeros (a priori) menos peligrosos en la ofensiva. Alguno como Iguodala se ha aprovechado de ello durante las dos rondas de PlayOff. Numerosos mates sin oposición y asistencias del alero. Aún cuando no está acertado de cara al aro, Stephen Curry hace la vida más sencilla a sus compañeros. De hecho, el triple decisivo de Klay Thompson surge a partir de una ventaja generada a partir de su presencia. Porque Curry aterroriza a los rivales hasta cuando juega a un nivel mediocre. Porque hablamos de uno de los mejores bases que jamás se hayan visto sobre el parqué, de una anomalía baloncestística. Se aproximan los Blazers y el cuarto anillo está cada vez más cerca.
Imagen vía NBA
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