Echando de menos
Sentarse a mirar el atardecer asumiendo que se va otro día más y que ello no es tan solo en sí el mero acto de ver como se pone el sol. Es sentarse a ver como empieza agotarse una etapa, corta en este caso, como son los días. Breves espacios de tiempo, que marcan el día a día, que forman y se encuadran en un ser de mayor longitud, las semanas. Las semanas empieza duras, taciturnas, renqueantes, a medio gas sin todavía calentar y arrancar. Pero vuelan y se van. Aún no ha acabado la semana y ya la empiezas a echar de menos. A echar de menos. En eso trata todo. Que demonios, el atardecer del domingo es el peor.
Pasamos el tiempo echando de menos. Queremos correr para echar de menos. Queremos adelantar al tiempo para poder mirarlo desde lejos, reírnos por una décima de segundos para instantáneamente empezar a echar de menos cómo disfrutábamos en esos momentos. Corremos para querer volver al punto de partida. Deseamos avanzar pero siempre nos gustaría volver al pasado. Solemos pecar, y acostumbramos a ellos, a pronunciar en exceso la muletilla ‘Que bien vivíamos en esa edad’ o con cualquiera de las terminaciones espacio-temporales que se os ocurra. Todos echamos de menos alguna vez. Y solemos castigar en esa añoranza el presente. Como si no nos fuese a colmar y tan solo la llama del pasado nos sirve para conciliar un cuerpo ávido de recuerdos. Por ejemplo, ahora mismo, vosotros, estaréis echando de menos que hable de baloncesto. Como hacía en mis anteriores textos. En el pasado. Ahora iba a ello ¿vale?
Decíamos que castigamos injustamente al presente como culpable de nuestros males o por lo menos de no habernos llenado tanto como lo pasado. Pero no le damos la oportunidad de hacerlo. Viviendo internamente en una continua comparación pasado-presente con mucha influencia por nuestras vivencias anteriores. Para, al final, seguir echando de menos. Y siempre empezamos a añorar lo último en marchar. Echamos de menos, ya en temas baloncestisticos, ver noche tras noche sobre la cancha a Tim Duncan realizar su clásico movimiento al poste para instantes después bajar cancha abajo con una mirada que parece pedir perdón al resto, como si él no hubiese querido hacerlo, pero oye le salía solo.
Echamos de menos a Kobe Bryant derrochar competitividad y calidad en cada lámina de la pista con la fiereza del que ve una presa y no duda en ir a por ella. Echamos de menos la garra que emanaba Kevin Garnet en cada pelea al poste, cada desafío al rival para alentar a retarle sabiéndose superior a él. Había que quererlo. Y ya pasados varios meses, como saliendo de un estado de shock, empezamos a echar de menos a Manu Ginobili sobre una cancha. Añorando su euro-step en cada entrada a canasta.
Esperando sentados viendo atardeceres pasar día tras día perdemos la noción del tiempo pasado. Añoramos lo que se va sin ser conscientes de lo que deja paso en su marcha. Echamos de menos tiempos de batallas continuas en la zona, de gigantes liderando franquicias hasta llevarlas al estrellato. Echamos de menos los Rockets de las ‘torres gemelas’, la calidad al poste de Charles Barkley, la bestialidad insana personificada en Shaquille O’Neal, la competitividad extrema y feroz del ‘23’ de los Bulls, de la agresividad sin contemplación y pulso de los Bad Boys de Isiah Thomas. Echamos de menos. Añoramos lo pasado.
Pero hoy, mañana también será pasado. Y en el hoy también hay gente que se va y que sin haberse ido ya empezamos a echar de menos. Acaban de marchar pero ya notamos su falta como si de una eternidad se tratará. Se nos acaba el último baile de Wade y aún escuchamos los chillos de un parqué que reclama ayuda ante el sufrimiento en sus carnes de sus vertiginosas, certeras y rápidas zarpadas de lado a lado de la cancha. Aún resuenan y ya te echo de menos. Junto a él, en esta despedida amarga que todos desearíamos poder aplazar si en nuestra mano cupiera la opción de hacerlo real, se nos va Nowitzki.
Se va el ’41’, un pionero en abrir caminos, abrió a su llegada el camino a los europeos para, por qué no, ser lideres y estrellas en tierras norteamericanas, abrió camino a la sucesión de un nuevo paradigma característico en los 7 pies como es el uso del tiro exterior como medida de enriquecimiento de su repertorio sin perder su sino de ‘big man’. Aún te veo nítidamente realizar tu ‘fadeaway’ a una pierna y ya te echo de menos.
Echar de menos conlleva, en muchas ocasiones, seguir anclado en un pasado que no podremos recuperar. Nos absorbemos tanto en nuestros recuerdos que no dejamos sitio a llenarlos de momentos actuales. Y la marcha de las estrellas e ídolos de una generación es solo el signo de un cambio, del surgimiento de nuevos ídolos, nuevas estrellas, generadores de recuerdos que en el momento de su (futura) marcha nos absorberán al igual que lo hicieron los que ya marcharon. Pero que sé yo, ahora mismo, no puedo evitarlo. Se fueron y yo aún sigo echándoles de menos.
En homenaje a las retiradas de Dirk Nowitzki, Tim Duncan, Dwayne Wade, Kobe Bryant, Manu Ginobili y Kevin Garnett. All love, idols.