La temporada pasada terminaba para el Spar Gran Canaria con protagonistas habituales como Caldwell o Koné y con un nombre que empezaba a acaparar focos y prensa en la competición nacional: el de Blanca Millán, algo que no sorprendía en absoluto a quienes mejor la conocen.
Las pantallas evidenciaban unas cifras de promedio más que loables para poner punto y final a su primera campaña como jugadora profesional y un desparpajo en la pista que hacían de su juego todo un espectáculo para la afición. A lo exclusivamente deportivo se le sumaba su buena disposición para atender a los medios y lo agradecida que siempre se mostraba con la grada fuese o no su equipo el ganador.
Tras el parón de verano, para quien lo haya tenido -me consta que no ha sido su caso-, llegan la pretemporada y un nuevo calendario de competición en el que Blanca se echa a su nuevo equipo, el Ensino Lugo, a las espaldas, siendo líder, ejemplo y timón. No conforme con ello, apela a la prudencia de todo lo que está por venir, bien conocedora de que toda temporada tiene momentos mejores y otros no tan buenos, y destaca la importancia del papel de todas sus compañeras en cada victoria, poniendo al equipo por delante del “yo”.
Pero… ¿Quién es Millán en realidad? La descripción gráfica del gen competitivo. Si la invitas a un partido de pádel o juegas con ella a las cartas, ten en cuenta que no se permitirá fallar. Su concentración hará todo lo posible para que seas tú a quien vea claudicar. Inconformista por naturaleza, en la competición ella siempre quiere más. Estoy segura de que si te pregunto a ti que me estás leyendo en estos momentos o a ti que has visto todos sus partidos durante su estancia en Maine recordaréis mejor que yo todos sus títulos, logros deportivos y porcentajes.
Sin embargo, hay algo que no sale en la tele y que tienes que saber. Se caracteriza especialmente por “su capacidad de trabajo y de asimilación”, apuntan quienes la han ayudado a entrenar duro y a crecer. Le puede doler hasta el último músculo de su cuerpo, que su ambición por mejorar y aportar al equipo hará que exprima cada segundo de las sesiones, dando siempre su 100%.
Camaleónica en cualquier ámbito, algo de lo que su familia se siente tremendamente orgullosa, se adapta con facilidad a lo nuevo: una ciudad, un club o a lo que su entrenador o entrenadora necesite de ella en cada momento. Inteligente como pocas asimila lo que se le pide y lo lleva a la práctica con coraje y madurez.
Y si algo va unido a su persona es la humildad, pues quienes han compartido con ella vestuario cuando jugaba en categorías inferiores afirman que Blanca, a fin de cuentas, sigue siendo la misma que en aquel entonces, la que aportaba humor y cohesión de grupo, liderazgo, ilusión y ganas de creer.
En el deporte, como en la vida, la victoria y el éxito suelen estar acompañados mientras los malos tiempos para la lírica tienden a obviar lo que una ha hecho o lo que le queda por hacer. Supongo que por eso escribo hoy, porque las cifras y los datos se vuelven insignificantes y efímeros cuando aprieta el frío, pero lo que nunca se olvida es la persona, el ser humano que hace mejores a quienes están cerca de él.
Tal vez sea por todo ello que siempre tendría a Blanca en mi equipo, de baloncesto, de tenis o de ajedrez. Su talento es innegociable, pero por encima de él yo me quedo con la persona, la que sube a la grada al acabar el partido y reparte sonrisas y abrazos por doquier.
Ojalá tengamos la suerte de verla pronto entre las doce elegidas, con un hueco más que currado en una plantilla en plena etapa de transición que con talismanes como Millán parece no conocer el techo para crecer.
Imágenes vía: Carlos Mairat en Instagram
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