Alero de 1.82, mítico 13 a la espalda y su distintiva cinta del pelo con la que marcó tendencia entre las niñas que jugábamos al baloncesto. Una imagen característica, una jugadora de época que hizo que tras los 21 años que duró su carrera deportiva, muchos la calificaran como una de las mejores de la historia.
Y es que no es para menos, porque Amaya Valdemoro fue un talento generacional. Un gen competitivo muy a la española y una casta de ganadora nata que le llevó a ser la leyenda que reconocemos hoy en día. Una leyenda que queda por fin ensalzada con su entrada en el Hall of Fame de la FIBA.
Valdemoro empezó haciendo atletismo, pero casi de casualidad, a los 13 años se topó con el deporte de la canasta. Su carrera se catapultó rapidísimo y con sólo 15 años debutó en la primera división con Salamanca. Consiguió Ligas, Euroligas y Supercopas en España y alternó durante varios años la temporada europea con la de la WNBA en las Houston Comets. Tres prolíferas temporadas que le sirvieron para convertirse en la primera española en ganar un anillo en Estados Unidos, repitiendo esta gesta durante tres temporadas consecutivas.
Más tarde probó suerte en la liga rusa, donde una vez más, demostró que era una jugadora dominante y decisiva en cualquier equipo y competición. Estuvo tres temporadas, desde 2005 hasta 2008, cuando decidió volver a casa. Primero al Ros Casares y después al Rivas Ecópolis, un equipo formado con idea de destronar al anterior y a Perfumerías Avenida, intratables en aquel momento.
Pero todo lo que te da el baloncesto, puede quitártelo de golpe y muchos recordamos aquel 12 de octubre de 2011 donde contuvimos el aliento con la caída en la que Amaya se rompió las dos muñecas. Podía parecer que era el fin de su carrera, que no volvería a jugar. Pero Amaya aún tenía algo más que decir y aún le quedaba baloncesto para dar. Su carácter y fuerza la mantuvieron en lucha para, meses después, volver a las pistas.
Al principio parecía que aquella era la sombra de la Valdemoro que conocíamos, pero pronto recuperó su forma física dando una lección de sacrificio y esfuerzo sólo al alcance de las más grandes.
En estas terminó su etapa en el Rivas y volvió al extranjero, esta vez rumbo a Turquía donde compartió equipo (el Tarsus turco) con Cindy Lima. Fue una temporada un tanto caótica en la que, tras unos meses, ambas decidieron dejar el club antes del final del curso deportivo.
A mitad de temporada y sin equipo, Amaya regresó a Madrid para incorporarse al Canoe de Liga Femenina 2. Fue toda una sensación en aquella segunda competición nacional que gozaría de una revalorización gracias a la estrella que atraía al foco mediático. Su idea: estar a punto para jugar el Eurobasket de ese verano. Y lo consiguió, en 2013 volvió a recibir la llamada de su adorada selección, con la que consiguió el oro, volviendo 20 años después a lo más alto del podium europeo. Un primer puesto que le permitía retirarse en lo más alto, ya elevada a leyenda del baloncesto español y mundial.
Antes, Amaya ya había recogido tres bronces y una plata en europeos, un bronce en el Mundial de 2010 y dos diplomas olímpicos en sendas participaciones en Atenas 2004 y Pekín 2008. Además, sólo Laia Palau supera en internacionalidades a la alero madrileña.
Y por fin en 2023, como broche de oro a una exitosa vida deportiva y a su entrega con este deporte Amaya entraba, como primera jugadora española en hacerlo, en el Hall of Fame de la FIBA el pasado miércoles. Lo hacía en Manila, acompañada, como representante de la FEB, de su gran amiga, compañera y rival Elisa Aguilar (para la que tuvo unas bonitas palabras en su discurso).
Junto a ella, en la selecta promoción de 2023 encontramos grandes nombres del baloncesto mundial: Yao Ming, Penny Taylor, Yuko Oga, Katrina McClain, Wlamir Marques, Liem Tijen Siong, Angelo Victoriano, Carlos Loyzafa y Zurab Sakandelidze (estos dos últimos de manera póstuma); además del técnico italiano Alessandro Gamba y la seleccionadora gala Valerie Garnier.
Imagen vía FIBA