Courtney Vandersloot: La más pura eficiencia

Desde un suburbio llamado Kemp, en Seattle, se empezó a construir el legado de una de las jugadoras más productivas con un balón en las manos. De hecho, en su barrio había muchísimos niños, por lo que tuvo con quien jugar, pero no solo a baloncesto. Como ella misma dijo: «Todo lo que hicimos fue practicar deportes, todos los deportes«.

En su casa tenía la posibilidad de jugar, pero prefería otra canasta en la calle donde pudiera estar con más personas y pudiera mostrar sus habilidades al resto. Un factor muy a tener en cuenta es que jugaba contra chicos, desarrollando habilidades que pudiera suplir las desventajas que pudiera tener. Aunque lo que quería Courtney era competir contra las mejores jugadoras del mundo. En tercer grado escribió un artículo hablando sobre su sueño de llegar a la WNBA para ser profesional.

Por otro lado, siendo una niña tenía inquietudes por otros deportes, siendo muy fanática del fútbol. Del periódico The Spokesman-Review se puede rescatar otro artículo de Vandersloot, en este caso sobre el cambio de disciplina: «Crecí con ganas de ir a Carolina del Norte por Mia Hamm – jugadora de fútbol profesional -. Una vez que ingresé a la escuela secundaria y el baloncesto comenzó a interferir con el fútbol del club, descubrí que temía ir a la práctica de fútbol. Me estaba divirtiendo mucho desarrollando el baloncesto. Me enamoré de eso«.

Una vez en la escuela secundaria, empezó a tener claro que hizo una buena elección con la pelota naranja. Unos promedios de 26 puntos, 7 asistencias, 5 rebotes y 5 robos en Kentwood fueron más que suficientes para llegar a la NCAAW después de ser la mejor jugadora de su generación para Seattle Times.

En Gonzaga tuvo una etapa brillante, estando todas las temporadas en el mejor quinteto de su conferencia y en todos menos el primero la mejor jugadora de la regular y la MVP del torneo. Su último curso fue con 19.8 puntos, 8.4 rebotes, 10.2 asistencias y 3.2 robos, haciéndolo sin tener un físico privilegiado. Incluso, a pesar de sus números y gran impacto, a la hora del draft existieron dudas.

 

Courtney Vandersloot - Zimbio

Las Chicago Sky, teniendo la tercera elección en el 2011, tenían una decisión muy importante por delante. Después de ser seleccionadas Maya Moore y Liz Cambage, el resto de jugadoras parecían mucho más equilibradas. Por suerte para las de Illinois, tuvieron la suerte de draftear a la base nacida en Kent. Suerte porque ha sido fiel a la franquicia, haciendo toda su carrera vistiendo una única camiseta.

En su primera temporada en la WNBA consiguió establecerse muy fácil, aunque su juego pareció quedarse estancado hasta que en el 2014 terminó de explotar para convertirse en una de las exteriores más completas de la liga. De rookie entró en el mejor quinteto de novatas y fue All-Star sin tener unas estadísticas descabelladas. Fue un reconocimiento por su impacto en la cancha. Ha sido capaz de liderar en eficiencia por primera vez en 2015, y a partir del 2017 lo fue en todas las temporadas al igual que también en asistencias. Un dominio que le sirvió para volver a la noche de las estrellas en el 2019.

 

Ahora, a sus 31 años, se planta en el mejor momento de su carrera. El proyecto de las Sky parece empezar a coger buen color. Nombres como Diamond DeShields, Stefanie Dolson u otras jóvenes empiezan a formar una plantilla muy sólida. A lo que se añade un pick muy interesante en este próximo draft. En la temporada pasada volvieron a playoffs sin aparecer desde 2016, encaminando bien la consolidación de Chicago. La pareja que puede formar para los próximos años con DeShields puede marcar una época en la franquicia.

Por otro lado, en el UMMC Ekaterinburg se presta para reinar en Europa de forma paralela. Después de pasar por el Yakin Dogu, se encuentra en el equipo más dominante del viejo continente. Un escenario que invita a pensar que estando cerca de ser una veterana su línea de proyección no deja de ser más vertical.

 

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