Quizás no conozcan a Cheryl Miller.
Es algo bastante común porque no llegó a jugar en la WNBA y prácticamente en ningún equipo desde 1986. Estuvo muchos años de comentarista en la NBA y también destacó como entrenadora. Pero a su hermano Reggie Miller, (sí, ese Reggie Miller, el escolta de Indiana Pacers de la NBA), quizás sí lo conozcan. En un momento dado dijo: «Viví al lado de la mejor jugadora de baloncesto de todos los tiempos».
Y diréis, hombre, es su hermano, qué va a decir.
Esas palabras las pronunció el día que él entró en el Hall of Fame americano, delante de todo el mundo del deporte, de los miles de fans y de aquel que estuviera viendo la tele. Y lo dijo convencido, porque le había ganado tantas veces cuando eran niños que para él, ella era la mejor jugadora del mundo. Y no le faltaba razón.
Cheryl, natural de California, comenzó su carrera en High School, demostrando lo que estaba por venir. Velocidad, intensidad, determinación… era una auténtica fuerza de la naturaleza recorriendo el parqué. Reboteaba, taponaba, asistía y anotaba compulsivamente. El año 82, en un partido entre su Instituto el Riverside Polytechnic y el Norte Vista, metió 105 puntos y realizó el que se considera primer mate de la historia por parte de una mujer ¡y contaba con 17 años! Ganó múltiples galardones en esos años y dejó récords de más puntos en una temporada (1.156) y en toda su carrera en el Instituto (3.405) que la sitúan entre las mejores de todos los tiempos.
La sensación de que llegaba una jugadora única se materializó en la Universidad de Southern California. Entre los años 83 y 86 las troyanas juntaron un talento y ambición nunca visto en el deporte universitario. Cynthia Cooper, las gemelas Pamela y Paula McGee y ella instauraron récords de otra galaxia, llegando a las finales del campeonato nacional de la NCAA en el 83 y 84, ganando ambos campeonatos de manera arrolladora.
Ese mismo año, el Team USA femenino lograba la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles (sí, el mismo campeonato de la plata de Iturriaga, Corbalán, Epi… y el oro de Jordan), consagrando definitivamente a esa generación de jugadoras a las que se les habría un futuro prometedor. Las voces que la situaban como la mejor jugadora del mundo comenzaron a emerger con fuerza, creciendo gracias al mundial de 1986 que ganó EEUU contra la todopoderosa Unión Soviética. Estos logros calaron en el imaginario del público.
Cheryl fue nombrada mejor jugadora universitaria nacional los años 84, 85 y 86, y recibió múltiples distinciones universitarias, completando un palmarés que se esperaba engordase una vez pasara a profesionales. Acabó su carrera universitaria con 3.018 puntos (23.6 de media), 12 rebotes por partido, 3.6 robos y 2.5 tapones, siendo superada años después por la gran Lisa Leslie nada menos. ¡Tuvo una temporada de 26.8 puntos, 15.8 rebotes y 2.7 tapones! Números nunca vistos hasta aquel momento y que se tardarían en igualar en el deporte universitario.
En abril del 87, Los Angeles Times daba la triste noticia de la lesión de Cheryl mientras practicaba con compañeros, mientras se preparaba para los Juegos Panamericanos de ese verano. Ese mismo año preparaba el salto a profesional, buscaba opciones de fichaje, ir a Europa a jugar… Pero en un salto de infortunio, notó un crujido en su rodilla. Rotura de ACL. Entró al Hospital Huntington en Pasadena para recibir cirugía reconstructiva de su rodilla derecha. Todavía había esperanzas. Sin embargo, tras muchos meses de dura recuperación su cuerpo pareció decir basta. No había recuperación posible. Su carrera como jugadora profesional acababa de finalizar.
Si bien hoy en día se recuperan lesiones así, a mediados de los ochenta resultaba imposible y Cheryl tuvo que reinventarse como entrenadora en la Universidad, primero como asistente y luego como entrenadora jefa. En el año 1997, la recién iniciada WNBA trataba de rendir tributo a la mayor cantidad de jugadoras que hubieran marcado el baloncesto americano. No se olvidaron de Cheryl. Pasó a ser entrenadora y manager de Phoenix Sun del año 1997 hasta el 2000, pudiendo ser partícipe de la nueva ola de baloncesto femenino que se inauguraba entonces.
El círculo se cerró para ella. La leyenda se convertía en historia y, por instantes, la presencia en los banquillos nos dejó un maravilloso «¿y si…?». No lo duden, hubiera marcado una época. Era dura. Competitiva. Con una mentalidad solo reservada para los más grandes y que ahora se conoce como «mamba». Entonces era la de Cheryl. Así de buena era.
Imágenes vía: Getty Images
#EntraEnLaZona
Si te gusta leer y escuchar podcasts sobre baloncesto te recomendamos que nos sigas en nuestro Patreon y allí encontrarás contenido exclusivo que no está en la web. ¡En patreon.com/elperimetro lo encontrarás!